De manera recurrente me hago las preguntas, sobre todo cuando me toca moverme de aquí para allá, cuando siento que he cumplido un ciclo profesional que otros mortales, mas allá de los colegas periodistas y comunicadores, les resulta difícil entender: ¿por qué periodista? ¿por qué comunicador? ¿por qué no médico, abogado, ingeniero, negociante, comercial, dentista, ingeniero civil, profesor de idiomas, político u o alguna profesión que genere más ingresos, y en lo posible, menos problemas y mayor estabilidad?
Hurgo en mi conciencia y en mis fueros, la respuesta atraviesa todo mi ser: soy periodista por la pasión que llevo dentro y que me enciende, por haber nacido con esta necesidad de narrar mi tiempo y los espacios por los que transito. Con la felicidad que nace de la sinceridad agrego: soy un personaje bisagra entre la era analógica y digital, un comunicador, un curioso relator de esta época que ha coleccionado elementos y experiencias para poder ganarse la vida ejerciendo un oficio que abrazó mucho tiempo atrás de pisar siquiera una escuela de periodismo.
No soy de aquí ni soy de allá decía Facundo Cabral en una de sus más célebres canciones. Aunque admiro la humildad del poeta y cantor argentino, la simpleza y belleza del lenguaje simple que usó, también siento que soy de muchas partes. Además pienso que encajo en esta sentencia magistral que Jorge Luis Borges hacía sobre sí mismo, de la cual pretensiosamente me apropio: “No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que visitado, todos mis antepasados.”.
Nací en Loja, una localidad que como siempre me gustó decir: está ubicada al sur del Ecuador y al norte del Perú. Y no falto a la verdad, aunque pueda resultar exagerada la independencia de Loja para con el mundo declarada arbitraria y unipersonalmente por mí, pues legalmente y con mis derechos y obligaciones, soy ecuatoriano. Porto el pasaporte del país de la Mitad del Mundo, y claro, tendré también algo de quiteño, la ciudad de los Andes a la que recurrentemente vuelvo y desde donde siempre inicio un nuevo camino. Aunque no use pasaporte, ni legalmente tenga derechos ni obligaciones, intrínsecamente tengo también algo o mucho de argentino. Hice en Buenos Aires gran parte de la escuela primaria, luego escuché su llamado y volví para hacerme formalmente periodista en la Ciudad de la Furia, por lo que la argentinidad me marcó para el resto de mis días.









También viajo por el mundo con mi pasaporte español, soy un hijo adoptivo de la Comunidad Valenciana, allí llegué con mis frescos 24 años, gritando a viva voz «quiero cambiar el mundo». Para intentar cambiarlo me especialicé en la creación de formatos audiovisuales en la era digital. Valencia me acogió durante 10 años, allí ejercí el periodismo y luego me transformé en un comunicador político, institucional y científico. Aprendí mucho de la vida en la Capital del Turia.
La crisis económica española me hizo aprender que todo lo bueno se acaba y me vi obligado a abandonar Valencia para buscarme la vida por otras latitudes. Durante siete años mi Ecuador natal me abrió una nueva puerta profesional: la docencia e investigación universitaria y la divulgación científica. A finales de 2018 la Comunidad Valenciana volvió a acogerme en su remanso y en la actualidad me permite tener una buena vista en “la ladera de un monte más alto que el horizonte” para contemplar, como canta Joan Manuel Serrat, esas gamas de azules y turquesas que el Mediterráneo con su juego, sus cantos, sus embustes, su vino y su cultura, me regalan, mientras veo como crecen mis dos pequeñas hijas y me permiten aprender y enseñar a ser una buena persona.
A esa mezcla de lojano, ecuatoriano, argentino, latinoamericano, y valenciano, hay que sumarle además que mi pareja es jordana, y que gran parte de mi familia más cercana vive por más de 20 años en Estados Unidos, por lo que por ahí también me verán…
Este blog es la respuesta a mi necesidad de expresión en la red, esa necesidad de decir algo, de decirlo bien, de mostrarle al mundo en qué soy bueno, de consolidar mi carrera como periodista independiente, pero sobre todo, responde a la necesidad de escuchar a quienes requieren mis servicios editoriales, comunicativos, educativos, de asesoría en viajes, para construir en conjunto productos que cumplan con sus expectativas y satisfagan sus inquietudes y necesidades.