El arte que para mí es un milagro, es el espontáneo, el que permite una mirada distinta a todo lo ortodoxo, ese que se sale de la línea, el que brota en cualquier espacio y que de alguna manera, se atreve a perder el respeto y los corsetes, ese que desafía lo que está bien y nos hace replantear lo que está supuestamente mal, el que nos hace parir un pensamiento, una sensación, un suspiro, una caricia para el alma, una sonrisa o un rugido que van y vienen por dentro, sin que apenas nadie se de cuenta.
Ese arte que a mí me llena, surge de la necesidad de contar algo, de iluminar un espacio o de dar vida y relieve a lo llano y sin latidos. El arte de nuestra era se vale de muros, de espacios comunes, come de una pantalla y luego se vuelca en cualquier muro cansado de estar inerte para darle vida, para crear ilusiones, para compartir igual desencantos como alegrías, para construir puentes y hacernos ver que el milagro de entendernos superando el tiempo y el lenguaje a través de la emoción, es lo que vale la pena de ese humano que algunos ratos sabe ser mucho más que un voraz depredador.
10 minutos bastan, una espera, un par de callejones, una cámara de un teléfono y las ganas de contar lo que a uno le interesa en un breve paseo por Palma De Mallorca y listo.