La final única de Lima de la Copa Libertadores fue pura emoción: aeropuertos, miles de kilómetros recorridos, aviones, taxis, largas caminatas, tribus orgullosas de su colores, ilusión, desazón, esperanza, alegría y euforia. Mientras la mitad roja y blanca saboreó la gloria durante casi todo el partido y se quedó abrazando al vacío, la otra mitad empezó a sonreír tarde y en apenas dos minutos, esos 30 mil fanáticos del Flamengo presentes en el Estadio Monumental de Lima, cambiaron el nudo en la garganta por ese rostro de alegría que a los más 40 millones de aficionados del Fla no se les borrará en años…






