Alguien me dijo alguna vez que “las opiniones son como los culos, todos tienen uno y es el mejor que tienen”. La verdad, esa coincidencia entre una afirmación y los hechos, es contrario a las opiniones, solo una; compleja, multilateral, con profusas aristas, pero única al fin. A esa única verdad, es a la que nuestra sociedad occidental le ha sabido llamar con hermosura: paz… A esa nos la robamos. Nos la robaron, pero nosotros somos también culpables por la pasividad con la que hemos observado sin actuar, sentaditos contemplando como nos han venido choreando en la cara e imponiéndonos desde hace casi dos siglos una verdad que tiene más de mentira que de verdad, la que siempre ha impuesto el poder de turno y ante la cual casi siempre hemos agachado, tarde o temprano, la cabeza.
Vivamos dentro o fuera de ese pedazo de tierra delimitada por esas líneas imaginarias llamadas fronteras, somos ecuatorianos porque estamos impregnados de esa historia real y ficticia que tenemos en común desde que existe la República, y también desde antes, cuando aún no nos llamábamos Ecuador, pero éramos los mismos y las cosas no eran demasiado distintas a nuestra modernidad. Nosotros, las ecuatorianas y ecuatorianos, los descendientes de todas las razas que ahí nos hemos desarrollado como seres humanos, le robamos la verdad al otro, mientras contemplamos además como nos la han venido robando desde que nacimos.
No nos gusta escuchar al otro, nos fascina nuestra verdad, nos gusta que sea la nuestra la que se imponga o que la imponga el primer dictadorzuelo o patán que nos caiga bien y al que proclamemos como nuestro líder y con quien tengamos chance de que nos de un puesto, cagándonos en la empatía, cagándonos en la valía del otro, cagándonos en los valores humanos, cagándonos en nuestra riqueza que proviene de la diversidad humana y natural… Nos gustan las verdades sesgadas, incompletas, y hasta el 3 de octubre de 2019 parecía que las disfrutábamos.
Absolutamente todas y todos nos hemos preocupado bastante poco unos de otros. Hemos cohabitado un espacio con relativo éxito y nos hemos cobijado por el manto de la ficción de las alegrías y penas como nación. Del Carchi al Macará, desde la Amazonía hasta las Galápagos, vivimos la ficción de que eso es nuestro. Vivíamos relativamente cómodos, aunque llenos de injusticias e infamias, los frutos siguen colgando de los árboles, la tierra aún es fértil, el agua todavía es poco contaminada y abundante, la riqueza del mar es prodigiosa y las especies animales que nos comemos, se reproducen sin apenas problemas. Aunque la corrupción es norma social institucionalizada desde siempre, y “el vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo”, aún así, con nuestros defectitos, como nuestros cariñositos “itos”, habíamos sabido convivir a las puteadas y empujándonos, en un marco imperfecto con esa calma que precede al huracán que finalmente llegó.
Está clarísimo que en cualquier red social digital, la que quiera, donde en el siglo XXI se libran las batallas de las ideas y la imposición del discurso que luego se llamará la historia oficial, desde que estalló la crisis social y de gobernabilidad en Ecuador, hay instauradas varias verdades que son defendidas con el sudor de la frente de todos quienes “nos dejamos la piel opinando” desde un teléfono inteligente o cualquier otro pomposo aparato que nos permite entender que hemos evolucionado como humanos, en ciudades convulsionadas unos, en otras con incertidumbre, en todos lados con ganas de que se acabe, en pocos lados con ganas reales de escucharse unos a otros, con pocas chances reales de querer entendernos.
Un amigo italiano me reenvió un mensaje por Messenger dirigido a los artistas del mundo. Desde el Ágora de la Casa de la Cultura De Quito una chica pide a todos sus amigos que les crean su verdad: nos están reprimiendo, el Gobierno es un asesino. Le contesto a mi amigo: “la cosa está jodida”. Me replica con otra verdad: “me dice otro colega que vive cerca de Quito que para él los indígenas están siendo utilizados por la extrema izquierda”.
En Twitter los sabios y sabias retuitean a los más sabios y sabias, no se cansan de putear y se sienten creativos con hashtags insultantes y con excesiva carga de idiotismo, y de vez en cuando, muy de cuando en vez, alguno produce algo parecido a una reflexión o un pensamiento que algo aporta; también asoman las medias verdades de unos medios de comunicación arrimados ya de frente a sus intereses, en los cuales cada vez hay menos confianza depositada y que son víctimas de ataques violentos de otros violentos; aparecen políticos mentirosos y corruptos dando lecciones de ética y hasta de periodismo, con cara de piedra cuenta Correa su verdad desde ¿Bélgica?, con cinismo pide elecciones en entrevistas a medios internacionales; aparecen todos los ladrones que en la última, la penúltima, la antepenúltima, la trasantepenúltima, y las trastrastraspenúltimas décadas nos han robado y nos han gobernado, nos han mentido con su prepotencia y avaricia, han montado un sistema corrupto y nos han conducido hasta este puto punto de no retorno, y aparecen claro, sus aduladores que retuitean a sus amos porque estos los libran de pensar; aparecen los periodistas “iluminados”, heridos porque ha quedado desnuda su esencia coimera y el triste papel de adulador u opositor a sueldo que ha tenido según sea o no amigo el gobierno; aparece una ministra del interior que nunca habrá matado una mosca y que ahora le toca justificar sus órdenes de apretar el gatillo contra la propia gente para la que trabaja; aparece un presidente que dejó su silla en la Capital y que amparado en la oligarquía guayaquileña emite mensajes torpes, tardíos y titubeantes, mientras su ineptitud lo desnuda ante la cámara.
Por el Whatsapp llegan las pruebas “irrefutables”, “fehacientes”, sin fuentes, ni horas, ni días, ni huellas de su origen ni veracidad, de vándalos a sueldo principalmente venezolanos y cubanos, a esos que ya no soportaban desde hace tiempo atrás, supuestamente pagados para destruir y saquear las ciudades, para sembrar el caos, llegan planes perfectos con faltas ortográficas del boicot diseñado por Correa y los “malos malísimos” para volver al poder; llegan también videos inhumanos de palizas y tiros por parte del aparato estatal, de madres indígenas llorando, de representantes de indígenas reclamando por el irrespeto a los corredores humanitarios; llega la indolencia, llega la brutalidad humana, regresa la indolencia; llegan mensajes de audio de amigos quiteños que dicen: “ya me estoy asustando, ya no son solo los indios”, llega también el mensaje de mi papá que me dice convencido: “todo esto va a durar hasta la fecha del juicio de Correa, el 17”; llegan videos de saqueos en Guayaquil, de delincuentes incendiando la oficina de Contraloría de Quito, de vecinos organizándose en barrios quiteños, de marchas por todo el país, de leche derramándose en los páramos, de policías pegándose con militares, de calles y espacios comunes vueltos mierda por estúpidos bárbaros modernos que no saben o entienden el tiempo y esfuerzo que nos costó construir ciudades medias decentes en Ecuador.
Por el Facebook llegan sentencias que muestran los bandos, y hay ridículas batallas dialécticas entre gente que en realidad no le importa lo que el otro siente, escribe o le sucede. “Los ricos son malos porque tienen plata y quieren aprovecharse siempre de los pobres”, casi porque es su naturaleza, así de binario, así de estúpida es una de las verdades. “Indios de mierda, encima que no dejan trabajar, violentos, llegan a la ciudad para rompernos todo lo que construimos, no entienden que si no hay plata del FMI no hay como invertir en nuestros negocios para así dinamizar la economía y que todos podamos volver a trabajar y vivir con nuestras comodidades y en el mundo que los occidentales hemos construido… quiten el subsidio nomás, ya estamos hartos de regalarles nuestra plata” dice la otra estúpida verdad imperante y mercantil. Luego están los comentarios de trolls a sueldo y de los trolls voluntarios, que cada vez proliferan más, es increíble el tiempo y energía que invierten en intentar convencer a otros y a ellos mismos, que tienen la absoluta razón. Y también aparece un toque de queda que le da vida a un cacerolazo de los quiteños, que demuestran que por lo menos por una vez, son capaces de hacer algo juntos y sin putearse con el que no es de su bando.
Pensemos por un momento: si el gobierno de Moreno tiene razón y todo esto es un plan urgido siniestramente por Correa y sus secuaces delincuentes para recuperar el poder, hacerse con las instituciones y volver a campar por el país con el paso dictatorial con el que lo hicieron durante 10 años… ¡Que horror si se concreta!
Y si en realidad las medidas de Moreno son mandatos del FMI con la ya aplicada receta de apretarle el cinturón a los que menos tienen, que nos hizo pasar hambre y utilizó el garrote en tiempos no muy remotos, mientras las élites económicas y gubernamentales vivían de la puta madre a costa de los recursos de todos los ecuatorianos, si Moreno se mantiene en el poder, logran condenar a Correa en la justicia ecuatoriana y lo dejan fuera de la carrera electoral, logran recuperar la calma y el trono en Carondelet, para que en un par de años venga otro tiranuelo a ocupar la presidencia y a gobernar de nuevo los iluminados de las élites económicas de Guayaquil… ¡Que horror si se concreta!
Si las ciudades quedan hechas mierda, logran contener a todos los vándalos ecuatorianos, cubanos y venezolanos, el gobierno coopta a los indígenas, sus dirigentes se acomodan al sistema (como ya lo han hecho en múltiples ocasiones) y la gente de las bases vuelve a sus comunidades igual de pobres, más puteados en lo económico y encima apaleados, a decirles a sus hijos que todo seguirá igual como desde hace más de 500 años, a la huelga de amores de Divididos: “nos dijeron tiempo es dinero y en esta tierra son extranjeros…”. ¡Que horror si se concreta!
Entendamos de una vez por todas: la única posibilidad de recuperar la verdad, es que entendamos que entre todas las verdades se construye una gran verdad, la plural, la que intenta entender la postura y el aporte de todos, la que tiene la suficiente humildad para entender al otro, la que reconoce errores propios y virtudes del otro, la paz, que le llaman algunos. No necesitamos una verdad incompleta como la de Montecristi, es urgente un pacto real entre todos los sectores que nos permita conquistar algo de lo que hoy estamos muy lejos: democracia real.
Si usted es ecuatoriano y se golpea el pecho por su ecuatorianismo, debe exigirse a sí mismo acabar con su desidia. Lo invito a que saque un papel y un esfero, o agarre su teléfono inteligente, o se aferre a su computadora, o desempolve su máquina y se dé el trabajo de sentarse a explicar su verdad. En lo suyo, en su área, en su especialidad, en su pasión, en su dedicación o en su trabajo, si es abogado, deportista, médico, poeta o loco, o simplemente persona, anote qué cree que ha estado bien, que cree que está mal, qué cree está corrupto, cómo cree que podrían mejorar las cosas en su actividad o espacio. Apúntelas, estructure las ideas, publíquela en sus redes. Si no se atreve envíemela y basta que no sea una patanada y sea algo constructivo, venga del sector que venga, yo se la publico. Combatamos la estupidez con ideas. Lo reto a que sienta la libertad de pensar y ordenar sus pensamientos y expresarlos en sus redes, lo reto a aportar con su experiencia, lo reto a trabajar en devolver la única verdad.
Basta ya de verdades a medias, basta ya de la mediocridad, de repetir como loros lo que le leemos a nuestro ídolo de redes sociales, periodistas mercenarios o cualquier otro impostor que lo que quiere es imponer su idea de iluminado y ponernos a trabajar para su comodidad. Basta ya de ser únicamente un copia y pegue, es la hora de crear un Ecuador nuevo, está en su voluntad, es su deber intentarlo.
Creo que empezar a pensar es el primer paso para un gran acuerdo nacional ecuatoriano, es el momento de escucharnos, de buscar salidas y un camino en el quepamos todos, todos estamos obligados a aportar, desde nuestro humilde espacio. El cambio más que nunca está en todos, es la hora de romper el ciclo de esta historia de tiranos y de construir una democracia que en realidad lo sea, y no este remedo que hoy nos regala miedo, postales oscuras, bandas delincuenciales rondado las esquinas, bandas delincuenciales asechando el poder, estupidez compartida a raudales y un cacerolazo con ritmo de clamor que en algo devuelve la ilusión de un país robado…
Foto: Santiago León Pucha