EDITORIAL: No es solo Greta, es también la poesía

El viernes 4 de octubre hubo huelga en los pueblos españoles por la llamada “España Vacía”. Salió a protestar la gente de los pueblos rurales, mermados principalmente del acceso a los servicios que ofrece la civilización del siglo XXI. Por supuesto, cada vez hay menos gente en los pueblos. Los mayores ven como las nuevas generaciones tienen, y progresivamente tendrán, menos opciones para quedarse y llevar una vida digna en su pueblo.

Ellas sueñan con él

Y él con irse muy lejos 

De su pueblo y los viejos 

Sueñan morirse en paz

Y morir por morir

Quieren morirse al sol

La boca abierta al calor, como lagartos

Medio ocultos tras un sombrero de esparto

Joan Manuel Serrat – Pueblo Blanco

Una verdadera metáfora de la muerte un pueblo vaciado, la Comala de Rulfo instaurada en la era digital. La imagen que se reproduce en muchos países del mundo, es consecuencia del agonizante sistema productivo imperante a nivel global. Urge pensar en qué hacer y cómo podemos darles a nuestros hijos, la feliz opción de crecer en un lugar en el que se conozcan con todos los humanos con los que comparten su tiempo, la posibilidad de desarrollar habilidades de comunicación personal. Un lujo en esta era de transición comunicativa en la que ya muchos nativos digitales se comunican mejor, y sobre todo, mucho más tiempo, por teléfono que tú a tú.

¿Qué hacer y cómo actuar para revertir la tendencia de los pueblos vaciados? ¿Cómo actuar además para evitar en España y en todo el mundo la ciudad colapse y resulte la única opción para vivir con decencia en un futuro bastante cercano? ¿Cómo tomar decisiones inteligentes para que el futuro del mundo tenga un escenario que sea el mejor posible?

Una buena alternativa sería preguntarles a los niños de los pueblos, con sueños aún no contaminados por el afán productivo y de solvencia económica (que son nuestras obligaciones como padres y madres), sobre qué les gustaría hacer con este mundo en el que ellos intentarán conquistar sus sueños. Quizás sea un buen lugar desde el que construir un principio ético para continuar estando a gusto en el planeta, y que el planeta lo esté con la presencia humana.

Entendiendo que estamos en una encrucijada tecnológica y productiva que según datos científicos, y lo que es peor, de realidades catastróficas que con gran regularidad se suceden por todo el globo terráqueo, hay una sensación de que el “Nos lo hemos cargado” de Charlton Heston en el Planeta de los Simios de 1968, sea una posibilidad cierta. Ni apologética, ni exagerada, científicamente probada. Se evidencia en todas partes del mundo y sabemos a ciencia cierta que existen lugares como Indonesia, en donde su completa inundación por la constatada subida del nivel de los océanos, será el escenario más posible de aquí a apenas 25 años.

Las generaciones que hoy tomamos decisiones sobre qué hacer, nos educamos en que el respeto a los mayores es uno de los principios de nuestra sociedad. Lamentablemente nuestros mayores al parecer no tuvieron el mismo acierto en enseñarnos el respeto que se debe tener a los niños que sueñan con un mundo en el que convivamos mejor con el entorno, no para explotarlo, si no para respetarlo y respetar todas las especies, y que en consecuencia, la Natura nos permita disfrutar lo que generosa es capaz de convidarnos.

El aviador francés Antoine de Saint-Exupéry nos lo advirtió en El Principito: “Caminado en línea recta no puede uno llegar muy lejos”. El mismo camino recto que ha imperado desde la revolución industrial está llegando a su fin, no producirá otros resultados ni permitirá llegar muy lejos. La generación de Greta, sus generaciones mayores y menores, merecen estar involucradas en formar parte de esa construcción de ese camino lleno de curvas, que explore y contemple otras maneras de estar en este mundo finito conocido como planeta tierra, maneras que no impliquen su progresiva destrucción y que no nos conduzcan a que en un par de décadas estemos arrepentidos por no haber hecho caso ni tomar decisiones a tiempo.

Tal vez el poema que muchas veces se adjudicó a Bertolt Brecht, creado y recitado  en el sermón del pastor Martin Niemölle en la Semana Santa de 1946 en Kaiserlautern (Alemania) al que tituló «¿Qué hubiera dicho Jesucristo? que decía: “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.  Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté,  porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi, no había nadie más que pudiera protestar.”, nos permita entender que si seguimos así, no solo no habrá espacio para la comodidad de azules, verdes, rojos, negros, blancos, ni para ficciones ideológicas o políticas, ni para sueños de poder, directamente no habrán azules, verdes, rojos, negros, ni blancos. No habrá poesía, no habrá ficción, muy poco por lo que valga la pena vivir quedará.

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