-¿Vamos hoy noche al bar a ver la final?-pregunté e invité al unísono a Zeina.
-¡Vamos!- contestó sin titubear. -Pero, ¿quien juega y a que hora?- preguntó inquieta.
– Valencia vs. Barça, la final de la Copa del Rey a las 9 de la nit (noche)- contesté ilusionado.
-Dormimos a las nenas, vamos, cenamos y nos tomamos algo. A ver si mi madre se las queda- agregó ya cómplice del plan.
A las 8PM empezó el operativo para despachar a las dos pequeñas: baño, cena, lactancia, pijama y hasta mañana… -Vete a pillar sitio que eso se peta y esta todavía no suelta la teta, allá nos vemos- me susurró desde la cama. Mientras la más pequeña seguía prendida del seno, la mayor agarrada del iPad apenas levantó la mirada y sin mirarme se despidió con un -adiós papi- que prácticamente ni ella escuchó.
-Ves que si no no encontrarán sitio- me apuró mi suegra cuando ya estaba con un pie afuera de casa y el otro entrando en el bar.
Apenas faltaban 5 minutos para las 9PM, ya se escuchaba el himno de España y en las TVs los equipos estaban listos para empezar el partido y claro, los sitios frente a las televisiones estaban todos copados.
-¿Ana tienes lugar para dos?- le pregunté a la dueña del Porró Canalla.
-Abajo de la tele o en la calle- me contestó amablemente.
-Pero quiero ver el fútbol- repliqué con algo de angustia.
-Entonces en la calle, hay una tele que traje de casa, no es muy grande pero van a estar cómodos. David está conectándola- me convenció.
El inició del partido nos encontró ya instalados frente al televisor.
¿Pegareu un moset?– (¿vais a pegar un bocado) preguntó el camarero que se nos acercó. Ante la respuesta afirmativa agregó –Ara els portaré la carta ¿ y per a beure?– (Ahora les traigo la carta y para beber)-.
-Dos tercios- pidió Zeina. -¿Amstel, Heineken, Turia, San Miguel?- inquirió el camarero. -Turia- contesté sin pensarlo, sintiéndome un hijo adoptivo de la Comunidad Valenciana.
Mientras estábamos más preocupados de la carta y ordenar las tapas, se veía un partido que se esperaba: el Barça dueño de la posesión y moviendo de lado a lado el balón, mientras el Valéncia replegado sabía que a la contra tendría sus oportunidades de hacer daño.
Apenas a los 5 minutos la presión del Valencia surtió efecto y Rodrigo Moreno tuvo la primera en un mano a mano que Piqué, jugándose la vida, salvó sobre la línea, cuando el portero del Barcelona estaba eludido y derrotado.
-Ja no guanyem, me cague en la puta- (ya no ganamos me cago en la…) dijo con rabia y poca fe el hombre de la mesa de al lado, lamentándose la ocasión que despilfarró el internacional español cuando apenas empezaba la final.
Cuando estábamos disfrutando de las tapas: sepia a la plancha, patatas bravas y una ensalada con queso de cabra, espectaculares todas, y el primer tercio de Turia era ya historia, Gameiro luego de burlar con un gran enganche al último obstáculo de la defensa, remató un servicio que Gaya proyectó desde la izquierda, y provocó el primer grito de gol y subsiguientes abrazos en el bar y aledaños.
Fue largo el bocado, no lográbamos liquidar la ensalada, mientras ya estábamos en la segunda ronda de tercios, cuando un par de adolescentes pasaron por el paseo, la peatonal en la que estaba nuestra mesa, y tras ver el marcador del partido en la tele sin parar su andar uno de ellos dejó un seco y contundente -puto Valencia-.
Cuando por fin parecía que lográbamos acabar con la inmensa ensalada y el más forofo del bar, un hombre de cerca de 50 años con una camiseta naranja de cuando el Valencia vestía con Nike, con peluca roja y con una ruidosa vuvuzela, gritaba -Anem Valencia-, llegó el segundo tanto y con éste, la euforia de unos aficionados que empezaban por fin a creer que el sueño de arrebatarle el trofeo al Barça era realmente posible.
Al medio tiempo hubo que abrigarse y pedir más Turia para combatir la sed y el fresquito que empezaba a hacerse sentir en el paseo del pueblo.
En el segundo tiempo el sufrimiento iba in crecendo con el paso de los minutos. Los valencianistas tenían claro el panorama: si lograban controlar a Messi alzarían la ansiada Copa en el año de su centenario. El Barça parecía seguir tocado de la paliza que le dio el Liverpool, pero con Messi en cancha, las opciones seguían vivas.
Cada acción en la que Messi no marcó, fue celebrada con los mismos gestos y entusiasmo con los que se celebra un gol. Primero un tiro libre del 10 argentino que se desvió al tiro de esquina tras pegar en la barrera; luego una definición con el borde externo del rosarino que se estrelló contra el vertical, cuando el portero valencianista ya estaba vencido. -Es que es muy bueno el cabrón, muy muy bueno- reflexionó un vecino. -Tenim la sort del campió (tenemos la suerte del campeón)– aseguró el vecino de otra mesa.
Manos en la cara, puños en alto, peinetas de cara a la tv -Falta cabrón-,-arbitro hijo puta-, me cague en tu puta mare– y mas gestos nerviosos eran los síntomas de los aficionados valencianista que veían como su capitán Parejo, con el partido aún con 20 minutos por jugar, abandonaba la cancha por una lesión, mientras los 20 mil valencianistas que estaban en las gradas del Estadio Benito Villamarín de Sevilla se desvivían coreando el apellido de su capitán.
Cuando el partido se metía en el tramo final, los cambios del Barça surtían efecto y los catalanes acechaban la portería Che, Messi, ¿quien más podía ser?, concretó el descuento que provocó el silencio y los malos presagios en una afición que empezó realmente a sufrir el partido. -Borrego, me cague en deu– insultó uno y el resto vociferaba contra Pique, a quien enfocaba la realización televisiva cuando pedía con aspavientos apoyo a la afición del Barcelona presente en el estadio.
Los últimos 10 minutos, más los 5 de adición fueron un poema en movimiento: gestos nerviosos, miradas de evasión, cigarrillos en la vereda, piernas cruzadas con temblores, comida de uñas, celebración con nivel de gol en cada falta, pelota ganada o rechazada y la vuvuzela despertando a todos los niños del barrio (y yo sufriendo por que las despierte a las mías).
Los aplausos en cada centro despejado eran cada vez más efusivos. Los 5 minutos de adición que el árbitro Undiano Mallenco otorgó, parecían eternos para los valencianistas y no estaba claro que los de Marcelino pudiesen seguir controlando a Messi. Ya jugados 2´ del tiempo añadido, otro tiro de esquina a favor de los de Messi, el sufrimiento se prolongaba.
Los defensas siguieron despejando los centros y en el contragolpe Güedes tuvo un mano a mano en el que pudo sentenciar, pero la tiró afuera; luego en otra contra quedaron 3 contra 1 pero también fue desperdiciado por los delanteros valencianistas; por último, cuando el portero Cillessen dejó vacía su portería para ir a intentar cabecear en el último tiro de esquina en el último minuto del encuentro, otra vez el portugués Güedes remató demasiado alto desde lejos y volvió a perdonar…
Se acabó al fin el suplicio y la tensión se transformó en abrazos, en lágrimas de los más pequeños y de los más fanáticos. -Vamos valencia amunt valencia, vixca valencia, es el millor– cantaban adentro y fuera del bar, mientras se abrazan con el que cruce y los niños presentes no sabían ya como expresar la alegría de ver por primera vez campeón al equipo de la capital del Turia. «Valencia campió, valencia campió» era el grito común.
“Fiesta Che en su centenario” titularon en la transmisión de la tele. Pedimos un par de gin tónic para cerrar ahí la cuenta, y mientras lo disfrutaba y veía la alegría a mi al rededor, y en la tele como le entregaban la copa a Parejo, a mí me llegó un mensaje de mi suegra que decía: “la mayor aún no se duerme y la más pequeña se se depertó…”.
Caminamos rumbo a casa y en el último cruce encontramos a un par de aficionados bien cernidos en cubatas que se felicitaban y cerraron su encuentro con con un “Vixca Valencia y as catalans que se jodan».