DPT: ¡Bienvenidos al DPT!

Me apasiona como el que más el lenguaje “castellano”, como se lo conoce en España, o el “español” como se le dice en otros países que hablan el lenguaje en el que Cervantes escribió El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la obra literaria que quizás sea la más insigne de toda la ingente producción que se ha realizado a lo largo de los siglos en esta lengua.

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien tuviera grandes habilidades para el aprendizaje de los idiomas,  en su momento reconoció que su motivo para aprender el español fue la famosa novela de Cervantes. Es tal la influencia de la obra de Cervantes que la entidad estatal del gobierno español dedicada a la difusión del idioma español por el mundo, lleva el apellido del célebre Manco de Lepanto (sobrenombre  de Cervantes que ha trascendido los siglos).

Ahora, si usted intenta leer El Quijote en el castellano en el que Cervantes lo redactó, podrá darse cuenta que el famoso libro del que según se tiene noticia fuera publicado  por primera vez por el impresor Juan de la Cuesta a expensas del librero y editor Francisco de Robles,  en Madrid en 1605, fue escrito con un castellano bastante diferente al que usamos formalmente ya entrados en el siglo XXI, razón por la cual podría resutar inetendible, indigerible y hasta indecifrable para un lector común de nuestra era.

La acotación viene al caso para tratar de explicar que cuando hablamos de un lenguaje, nos referimos a un sistema de normas, de signos, significados  y de sintaxis, que han estado y están en constante mutación, en una supuesta evolución  que a veces puede también ser interpretada con involución según la perspectiva desde la que se lo mire.

Y es que por más que la Real Academia Española (fundada en 1713)  en conjunto con las  otras veintitrés academias de la Lengua correspondientes a cada uno de los países donde se habla el español, realizan una gran labor en pos de la regularización lingüística mediante la promulgación de normativas dirigidas a fomentar la unidad idiomática entre los diversos territorios que componen el llamado mundo hispanohablante, la riqueza y expansión del castellano es de tal envergadura, que todos los esfuerzos  de las Academias siempre serán insuficientes para regularizar un idioma que crece  y cambia día a día en cada uno de los remotos puntos donde se las utiliza en sus expresiones idiomáticas y en sus armas fundamentales: las palabras.  

Si bien la RAE y sus pares latinoamericanos editaron en 2005 el Diccionario panhispánico de dudas (DPD) —que se se puede consultar online en este enlace, que da respuestas desde el punto de vista de la norma culta actual, a las dudas lingüísticas más habituales (ortográficas, léxicas y gramaticales) que plantea el uso del español, mi interés y propósitos pasan por otro lado: me interesa revolver y regodearme por los recovecos de lo que se podría llamar lengua inculta.

Quiero detenerme en ese idioma que suena a pueblo, ese que se usa todos los días en cualquier esquina, en cualquier conversación entre niños, para comprar en cualquier tienda, para saludar con cualquier vecino, entre compañeros de trabajo, en un barrio, en un parque, en cualquier tertulia de iberoamérica en la que se comente un partido de fútbol, o cuando dos hermanas comentan por teléfono sobre la serie de TV o la película de moda, ese que contiene una cantidad de palabras y expresiones que hacen que nuestro idioma sea tan complejo y hermoso a la vez. Ese que es políticamente incorrecto y que mayoritariamente no tiene cabida en un diccionario de la RAE, ni capta el interés de la gente culta que lo regula, ese que escapa del conservadurismo para convertirse en parte fundamental del hecho comunicativo de nuestros pueblos hispanohablantes.

-¿Qué tal con el castellano?- le pregunté a un muchacho inglés que estudiaba español en Valencia mientras hacíamos botellón en una playa de la Capital del Turia. -De muta padre- me contestó, solo pude atinar a cagarme  de la risa… -De puta madre, de puta madre- le gritó entre carcajadas una chica que dejó de beber su cubata para intentar corregirlo.

Así que vamos a eso… En esta sección desarrollaré mi propio Diccionario Panhispánico de Términos (DPT). Definiré y trataré de explicar con ejemplos, los términos y expresiones idiomáticas que conozco y las que me vayan enseñando en el camino mis amigos de sur, centro y norteamérica, así como aquellos colegas de la península ibérica. Localismos, malas palabras, jerga, argot, galimatías, puteadas, contracciones, lunfardo, y todo lo políticamente incorrecto e inculto tendrán aquí su espacio. Basta de verso y vamos a los que vinimos:

Expresión: ¡De puta madre!

  1. Es una exclamación que se usa en España para decir que algo es muy bueno, algo está muy bien o determinada situación es muy positiva.
  2. He escuchado una variación de su uso en Argentina con la introducción del artículo “la”: ¡De la puta madre!

Ejemplos de uso:

1. -¿Y gente, qué tal estuvo la fiestuqui anoche?

¡De puta madre! Hubo whisky, gin  y birras a mansalva  No pararon de llegar pibones  toda la noche. Pillamos un pedo tal que no me acuerdo como  puñetas volvimos a casa…

2. -¿Y chabón que tal las minas ayer en el boliche?

¡De la puta madre! ¡infernales!, me trancé una morocha de Avellaneda que está para partirla al medio…

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