-¿Cuándo te vas a Jordania?- me preguntó mi amiga Carolina allá por julio de 2016, cuando empezábamos una de esas fiestas lojanas en las que se habla, fuma y bebe mucho, durante tiempo prolongado, las cuales particularmente me resulta muy difícil acatar el “ya vamos”.
-Me voy para las fiestas navideñas- contesté, ampliando mi respuesta tras saborear el primer trago de un aceptable ron fabricado por un cubano radicado en Loja, –en septiembre nacerá la nena, así que si todo sale bien, Zeina viajará con la muñeca a principios de diciembre para que su familia la conozca- completé.
-Se va a Jordania- le dijo Carolina, regresando su atención hacia su primogénito Agustito, un adolecente de 14 años, que ante la información dada por su madre hizo un ademán de no tener ni idea de donde diablos quedaba Jordania. Carolina, leyó el gesto de su hijo y no quiso dejarlo ignorante, explicándole que Jordania quedaba por el medio oriente -“ahí por donde pasan esos del Islam dedicados al terrorismo, de esos que se matan que ves toditos los días por televisión…- agregó con naturalidad, provocando una nueva mueca en el adolescente, quien esta vez demostraba afectación ante una realidad supuestamente conocida, adicionando un –¡que miedo!- con respectiva virada de ojos.
De agosto en adelante la pregunta de ¿cuándo te vas a Jordania?, seguida por reacciones repetidas con explícitos “que miedo”, o de muecas que expresaban idéntico significado, se sucedieron de parte de algunos amigos y conocidos. –Es la segunda vez que voy a ir, la otra vez me gustó bastante, la amabilidad de la gente, los paisajes, la excelente gastronomía, el Mar Muerto, el parque de Petra, el centro de Amán, los lugares bíblicos, además hay bares y restaurantes muy liberales en las que uno tranquilamente puede divertirse como en Europa o Sudamérica, comiendo algo y tomándose un trago de lo más tranquilo- casi siempre largaba yo, ya que la última vez que había ido, en 2013, me había parecido un país en el se podía disfrutar de los signos y expresiones culturales árabes y también de un grado de occidentalización que hacían que me resultase un lugar familiar.
Zeina partió de Loja el 29 de noviembre rumbo a su tierra, con la dura tarea de cruzarse el mundo; para eso necesitó de cuatro vuelos, con sus respectivas 3 escalas: Quito, Panamá y Frankfurt; lo hizo con una bebé de 2 meses a cuestas, ayudándose para cumplir el desafío de un carrito de bebé, un Kunga, el bolso de la nena, una mochila, abrigos y de la buena voluntad del personal de las aerolíneas y fronteras que generalmente brindan atención prioritaria a una madre y su bebé.
En un poco más de 30 horas logró su cometido y arribó a las 10 de la noche jordana (7 horas más respecto al Ecuador) al nido de sus padres, un departamento de la primera planta de un edificio de familias, ubicado en el quinto círculo de la parte oeste de la ciudad de Amán (aproximadamente 2 millones de habitantes), ciudad capital, en una zona residencial con amplias casas familiares y edificios de cuatro pisos de color arena, construidos en piedra.
En la zona también cohabitan imponentes hoteles de 5 estrellas de cadenas hoteleras mundiales, formándose una combinación arquitectónica entre tradición y modernidad, muy agradable a la vista, la cual se ve alterada por la presencia de miembros de varios cuerpos de seguridad, quienes custodian la entrada a los hoteles e inspeccionan a fondo a cualquier mortal que pretenda ingresar, medidas de seguridad que fueron tomadas luego de los atentados sucedidos en noviembre de 2005, en la que una serie de acciones terroristas coordinadas contra tres hoteles: el Grand Hyatt Hotel, el Radisson SAS Hotel y el Days Inn, que son frecuentados por periodistas americanos y europeos, hombres de negocios y diplomáticos incluyendo muchos israelíes, acabó con un saldo de 67 personas muertas y 300 más heridas según los datos oficiales del gobierno jordano.
Las vías urbanas, así como las autopistas que conectan ciudades son de primer nivel y sin peajes, sin embargo la forma agresiva de conducción y la gran cantidad de vehículos circulantes hacen que sea muy posible encontrarse con trancones en la ciudad capital, la cual tiene en su lado oeste 8 círculos (redondeles), en los que estaban desplegados tanques de guerra con dos o tres efectivos de la Badia (policía del desierto) alrededor y un tirador que como estatua antiterrorista y soportando con estoicidad el frío invernal que cala en los huesos, apuntaba desde la posición más alta del vehículo a todos y a nadie a la vez, logrando con su presencia avisar que el Estado jordano estaba atento a cualquier indicio de amenaza terrorista en las fiestas navideñas.
Mi turno de viajar llegó. Salí de Loja el 18 de diciembre, repetí el trayecto realizado por mis chicas y me planté en Amán el 20 de diciembre, justo a tiempo para celebrar la navidad con la minoría cristiana que reside en Jordania y con los migrantes retornados quienes copaban los vuelos provenientes principalmente del Reino Unido, Emiratos Árabes y Estados Unidos, para celebrar la navidad en familia.

Vaya a donde vaya, siempre trato de ver un partido de futbol para tratar de entender fracciones de la realidad local. El fútbol es, según algunos escritores y pensadores, el reflejo de la sociedad, y uno de los pocos espacios públicos de expresión que les queda a las sociedades modernas, así que aproveché mi visita familiar para intentar encontrar ese reflejo en Jordania.
Para entender la situación del fútbol, como para tratar de comprender cualquier otro tema en lo que actualmente es llamado Reino Hachemita de Jordania, en primer lugar es indispensable remitirse a la ubicación geográfica e historia geopolítica de la región.
El Reino Hachemita de Jordania se sitúa en la región de Oriente Medio del continente Asiático, limita al norte con Siria, al noreste con Irak, al este y sur con el Reino de Arabia Saudí, al oeste con Israel y Cisjordania. El golfo de Aqaba situado al suroeste constituye la única salida que tiene el país hacia el Mar Rojo. El estar dentro del “Creciente fértil” ha suscitado que desde tiempos remotos se asentaran civilizaciones en esas tierras, como los imperios de Asiria y Mesopotamia, el Egipto faraónico también extendió su poder y cultura a Jordania, en tanto que nómadas Nabateos se asentaron en la región de Petra, construyendo allí su imperio entre siglo IV a.c. hasta siglo I d.c. Posteriormente Jordania se incorporaría a las civilizaciones de Persia, Grecia y Roma. Desde mediados del siglo VII d.c. hasta la ocupación turca, se mantuvo en manos de varios califatos árabes e islámicos como la Omeya y la Abasí. Posteriormente ell imperio Otomano ocupó el territorio del Levante Sirio durante 4 siglos, desde 1516 hasta su derrocamiento en 1918. En ese entonces las tribus beduinas que conformaban la mayoría de la población entonces, transitaba con libertad entre los actuales territorios de Siria, Palestina y Arabia Saudí.
Iniciada la Primera Guerra Mundial, el imperio Otomano se alineó con las potencias centrales formadas por la triple alianza: Alemania, Austria e Italia. Los investigadores Milton-Edward y Hinchcliffe explican que mientras tanto en el territorio del Levante Sirio se estaba gestando un creciente nacionalismo pan-árabe, liderado por el entonces Jerife de Mecca* Hussein Bin Ali (bisabuelo del Rey Hussein) y sus hijos.
Los británicos prometieron apoyar a los árabes a derrocar los turcos y respetar la decisión del jerife de formar su reino independiente. Confiando en esta promesa, el Jerife y sus seguidores iniciaron la Gran Revuelta Árabe (1916-1918) que concluyó con la expulsión de los turcos, pero con la falta de cumplimiento de los británicos con ese acuerdo. Más adelante se sabría que Gran Bretaña y Francia mantuvieron reuniones secretas, el llamado “Acuerdo de Sykes-Picot”, que consistía en la división de la región del Levante Sirio o Media Luna Fértil en 5 regiones (las actuales Iraq, Siria, Líbano, Jordania y Palestina), acuerdo que se materializaría en la Conferencia de San Remo en 1920.
En 1921, los británicos establecerían el Emirato de Transjordania, gobernado por el príncipe Hachemita Abdallá I, aunque el poder de facto seguiría estando bajo mandato británico. El establecimiento del Emirato de Transjordania es el momento que marca el nacimiento como tal del estado Jordano. Jordania seguiría bajo mandato Británico hasta la fecha de su independencia en 1946, cuando se convierte en un estado soberano independiente y se proclama como su primer a Abdallá I, quien seguiría reinando hasta la fecha de su asesinato en 1951. Después de su muerte, su hijo Talal fue proclamado rey, aunque al poco tiempo se le diagnosticó esquizofrenia y abdicó en favor a su hijo Hussein, quién fue proclamado rey de Jordania desde 1953 hasta la fecha de su muerte en 1999. Poco antes de su muerte, hizo un cambio constitucional, desheredando al que fuera su heredero durante décadas, su hermano Hassan, a favor de su hijo mayor el príncipe Abdullah Bin Al Hussein, El cual fue proclamado rey el 7 de febrero de 1999 hasta la fecha.
Si bien la figura del fallecido rey Hussein, la del actual monarca Abdullah y la del príncipe Hussein bin Al Abdullah, primero en la línea sucesoria en el reino, están presentes en la mayoría de espacios públicos (grandes y pequeños negocios tanto en ambientes rurales y urbanos, vehículos públicos y privados, edificios estatales y en algunas fachadas de casas particulares) expuestos en posters y fotos de todos los tamaños, la presencia de la familia real tiene además una fuerte presencia en los espacios de poder de importancia, así el príncipe Ali bin Al Hussein, medio hermano de actual monarca, es el presidente de la Federación de Fútbol de Jordania, siendo elegido en 2011 como vicepresidente de la FIFA en representación de Asia, organismo que optó a presidir compitiendo en la elección contra el ya defenestrado Joseph Blatter.
Para imbuirme en la situación del fútbol jordano empecé sacando el tema en una reunión en la que conversaba con Jamil (un inmenso jordano árabe de barba blanca y ojos claros, cristiano de alrededor de 45 años que vive y trabaja en Dubái), Ossama (un musulmán jordano de cerca de 40 años muy simpático, casado con una cristiana, quien no tiene ningún problema en tomarse un trago y hablar de cualquier tema que se le proponga con absoluta afabilidad y soltura) y Araz (un chico de un poco más de treinta años, armenio nacido en Jordania que es casado con una chica armenia, tal cual manda la tradición y exigencias de su comunidad). Jamil y Osama decidieron por cortesía entrar en la conversación pero en dos minutos cambiaron de tercio, Araz entusiasmado se metió de lleno en la charla, explicándome que era un ferviente seguidor de las principales ligas europeas: España, Italia e Inglaterra, que veía todos los partidos que podía y estaba por medio de su teléfono móvil al tanto de todos los resultados del fútbol internacional.
Cuando le pregunté a Araz sobre el fútbol jordano mostró desdén, explicándome que no valía la pena gastar su tiempo en una competición de bajo nivel y que no le importaba en absoluto. La charla finalizó cuando yo emocionado trataba de explicar mi pasión sobre el fútbol y terminé utilizando la desacertada expresión “Soy un fanático del fútbol”, a lo que el armenio contestó lapidariamente -ese es el problema que tenemos por acá, hay demasiado fanático, por eso no me interesa el fútbol local-. “Globalización 1 – realidad local 0” pensé con desánimo, mientras me arrepentía toda la noche de haber usado el término “fanático”.
Pasé a la siguiente fase: buscar información por internet sobre próximos partidos y ahí encontré que la opción más recomendable eran los que se jugarían el 31 de diciembre por la tarde, así terminaría el año viendo un partido de fútbol, en otra parte de mi particular mundo. Consulté con Zeina y ella me propuso que fuéramos a ver un encuentro del Al Faysali, -el equipo de los jordanos- apuntó, cuadro que visitaría al Club Al Husein en el complejo deportivo Príncipe Al Hassan de la ciudad fronteriza de Irbid, a apenas 15 kilómetros de donde se encuentra el campo más grande de refugiados de la guerra civil Siria: Zaatri, (según datos de 2015 del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, el segundo campo de refugiados más grande del mundo con 79 140 personas que habitan en el campamento), y a tan solo 20km de la frontera con Siria.

El investigador noruego Dag Tuastad en su artículo A Threat to National Unity’ – Football in Jordan: Ethnic Divisive or a Political Tool for the Regime? (Amenaza para la unidad nacional – fútbol en Jordania ¿división étnica o herramienta política para el régimen) afirma que la identidad nacional en Jordania se compone de dos identidades subnacionales: Transjordania, identidad de los habitantes nativos del este del Río Jordán; y los palestinos, quienes son originarios del oeste del mismo río. Históricamente el trono jordano ha mantenido el poder mediante una alianza con los transjordanos. Como actualmente la mayoría de los jordanos son de origen palestino, la democratización en Jordania probablemente implicaría que los palestinos asumieran el impulso político en el país, por eso cuando los disturbios han estallado en Jordania, como durante las protestas en la llamada Primavera Árabe, han sido en etiquetados como una amenaza a la unidad de la monarquía jordana, ya que nadie quiere volver a la guerra civil de 1970. Por otro lado, Tuastad agrega que para evitar la democratización, el recuerdo de la guerra civil es sostenido en el discurso oficial, manteniendo que Jordania ha tenido una historia de disturbios étnicos basados en el fútbol, por lo que estos conflictos son recordatorios de las amenazas a la estabilidad, la seguridad y la unidad nacional; pero mientras estos conflictos estén contenidos en los estadios de fútbol, sirven a los intereses de las fuerzas políticas, para que estas se mantengan en el poder y conserven su status quo.
Alquilamos un carro por 20 dinares jordanos al día (cerca de 25$ americanos) y viajamos a Irbid, tercera ciudad más poblada, con 660.000 habitantes, una urbe moderna, con un gran complejo deportivo como el Príncipe Al Hassan Sports, centros comerciales de última generación, en la que funcionan la Jordan University of Science and Technology (JUST) y la Yarmouk University, por lo que Irbid es considerada popularmente como la capital cultural de Jordania.

Hicimos el recorrido en poco más de hora y media, tiempo en el que vimos muchos puestos pequeños de expendio de café turco y té para conductores, también una gran cantidad de vendedores informales de frutas como naranjas y granadas, verduras como zanahorias, rábanos entre otros; y comerciantes de túnicas pardas de beduinos, que son expuestas en improvisadas galerías construidas con alambres por vendedores que se aparcan al costado del camino. La lluvia y el frío nos acompañaron durante el trayecto, en el que matizado por la niebla se podía distinguir en tono de grises, lo pedregoso de la superficie, algunos espacios montañosos y desérticos que alternaban con grandes fragmentos de tierra aprovechados para la agricultura.
Tras superar algunas pequeñas poblaciones, finalmente encontramos de cara un moderno complejo deportivo. Una gran cantidad de policías custodiaban los ingresos, la lluvia era intensa y el frío hacia presagiar hora y medio de sufrimiento en las gradas. Aparcamos el auto en un terreno baldío junto al estadio, compramos en 3 dinares cada entrada y decidimos ingresar a la zona donde estaban apostados los seguidores del Al Faysali. Luego de superar la primera barrera policial de ingreso al complejo, caminamos 100 metros para llegar a la puerta del estadio, los policías hicieron un gesto para que Zeina pasara a ser revisada por una mujer policía, en tanto que yo intentaba ingresar con mi cámara réflex ante la negación del oficial, quien luego de darse cuenta que no entendía una palabra del árabe, me explicaba en rudimentario inglés –No camera, no pictures- haciéndome señas de que volviera al auto a dejar mi máquina.

Dejé la cámara, luego de un minucioso control antiarmas accedimos a la tribuna cubierta a las 15:05pm, adentro impactaba el verdor de una cancha sintética de gran calidad, una tribuna techada, asientos de plástico, un escenario de primer nivel FIFA en el que dos equipos: el local vestido de amarillo y negro, y el visitante de celeste y blanco; habían empezado ya el partido hace un par de minutos. La fiesta estaba instalada en los graderíos en donde una mayoría de aficionados cantaba de pie al ritmo de un bombo, haciendo de vez en cuando un pare para lanzar improperios contra la otra hinchada, la que estaba ubicada en la misma tribuna, separada por una barrera de policías, hinchada que también jugaba el partido alentando. Tan solo un minuto después Al Faysali convirtió el primer gol, conquista que desató el grito eufórico de una hinchada que se llenó de abrazos, agradecimientos al cielo y agitación de pañuelos beduinos que me hicieron sentir como en casa.
Cuando el árbitro estaba por pitar el final de la primera etapa y yo trataba de descifrar el fútbol que había visto, el equipo local consiguió empatar al aprovechar una jugada de estrategia que hizo que los seguidores cercanos a mi volteasen su mirada hacia el cielo en búsqueda de respuestas divinas… al tiempo que yo me acerqué al último escalón superior de la grada que me ofrecía una panorámica de Irbid con la llegada de la noche a las 4 de la tarde.
-¿Qué tal estás? Pregunté a mi mujer a mi vuelta al sitio, -muy bien, ¿por qué?- respondió, a lo que inquirí –¿qué se siente ser la única mujer en el estadio?-, ella rebatió –mira las filas de arriba, hay dos tapadas, también está la policía de la puerta… así que no soy la única. Somos 4 entre 3 mil hombres, ¿no está mal no?-. ¿Pero si sientes que te miran como a un bicho raro? insistí, -me da igual, estoy contigo así que me da igual- cerró.
En el medio tiempo, mientras nos dirigíamos a un pequeño dispendio que estaba en el lado de la hinchada local a buscar un té para calentarnos, me impresionó ver a algunos aficionados que aprovechaban el descanso para arrodillarse y rezarle a Alá. Volvimos a nuestros asientos, la lluvia había menguado, mientras que los rezadores ocupaban nuevos espacios. Saqué de mi grueso abrigo una libretita que me prestó mi suegra y para no olvidarme anoté: “Arqueros altos poco seguros, centrales corpulentos contundentes, laterales-carrileros buenos para la proyección y flojos en la marca, mediocampistas dúctiles, velocidad física alta, velocidad mental deficiente, hacha y machete, deben mejorar el juego al primer toque, delanteros centros robustos, extremos filosos, juego colectivo regular, orden táctico rescatable, capacidad estratégica remarcable, intensidad de juego y espíritu amateur ponderables.”
El gesto de persignarse de un jugador que entró en Al Faysali al cambio en el segundo tiempo, hizo que Zeina asombrada me advirtiese -mira ese es cristiano-. Respondí preguntando -¿qué porcentaje de cristianos hay en Jordania?-. –Menos del 10%, ya has visto la “tapadas” que van por ahí, y mira acá en el estadio, casi todos son musulmanes- contestó con seguridad. Al minuto 49´ el “equipo de los jordanos” anotó la segunda por medio de su delantero centro Anas Al Jabrat, para delirio de los hinchas visitantes quienes agradecían con devoción a Alá por la alegría.
En los últimos 15 minutos los locales adelantaron sus líneas para luchar por la igualdad, echaron el resto tratando de meter en su arco al visitante, que agazapando defendía mientras apostaba a sentenciar el partido al contragolpe. Pudo estar para cualquiera, cuando de lado y lado se sucedían los ataques y la pelota asediaba ambas porterías, en la ejecución de un tiro libre en el borde del área visitante me surgió una duda teológica profunda, cuando al ver como tres hinchas del Al Faysali rogaban con sus manos y mirada dirigidas hacia el cielo para que la bola no se metiera, para luego mirar a la otra hinchada y encontrarme con un hincha que con idéntico gesto pedía lo absolutamente contrario, visión queque me obligaron a preguntarme -¿y ahora Dios a quién le hace caso? ¿Cómo hará Dios para en medio de tantos conflictos tan serios y perversos de la región ocuparse también de estas minucias que también forman parte del trabajo de un todopoderoso?

La voz del estadio anunció que los visitantes deberíamos esperar a que los locales evacuasen para salir, aviso al cual la victoriosa y efusiva hinchada visitante ignoró mientras eufórica festejaba junto a unos jugadores felices, quienes se apostaron debajo de la tribuna para celebrar en conjunción con la afición que los acompañó y también jugó su partido. –Parece que hubieran ganado la Champions- dijo Zeina, al ver como los jugadores se abrazaban en un evidente estado de éxtasis colectivo que les permitía el haber terminado el año ganando, mientras éramos detenidos por una nueva barrera policial en nuestro intento de retornar pronto al capital y escapar del penetrante frío.
En los 5 minutos que estuvimos atrapados, un par de hinchas al darse cuenta que yo no entendía nada de árabe, me preguntaron en inglés sobre mi procedencia. -From Ecuador, South America- respondí, -sudamericanos son muy parecidos a nosotros- indicó en inglés, regalándome una bufanda de su equipo. El grueso de la barra se había agolpado ya impaciente frente a la policía, cantaban algo que Zeina supo traducirme como “la concha de tu madre”, dirigiéndose a los pocos aficionados locales que aún quedaban, mientras uno de mis interlocutores, vestía un atuendo marrón grueso como si de una gran bata de piel de oso se tratara, se dejaba la voz gritándoles algo a sus colegas, luego Zeina me contaría que el hombre daba un aviso de que había ahí una mujer y que debían parar inmediatamente.
A la salida el libre albedrío sirvió para que nosotros encontráramos pronto la vía de retorno a Amman y también para que algunos jóvenes fanáticos de ambos equipos extendieran el partido y en las inmediaciones del estadio, fuera del corto perímetro controlado por la fuerza del orden, amenazaran con conatos de bronca la explosión de una batalla campal que según testimonio local “gracias a Dios no llegó a mayores”.