OPINIÓN: Atlético de Madrid: creer para vivir

Es muy cruel ejercer el papel de escritor de las historias dolorosas, describir la versión de los perdedores escuece, no lo dude. La gloria es de fácil adjetivación, en la victoria los poros emanan endorfinas que nos acercan a eso que muchos conocen como felicidad, así que contar los logros, los campeonatos, los títulos,  resulta de alguna manera cómodo para los escribas.  Ahora, relatar o tratar  de interpretar un hecho desde la  perspectiva de la absoluta tristeza, es harto complicado, es de alguna manera un ejercicio de auto flagelo que hurga en una herida sangrante y reciente. No es catarsis, es  congoja.

¿Cómo interpretar lo que sucedió con el Atlético de Madrid el día sábado 28 de mayo en Milán frente a su acérrimo rival a quien tuvo que ver levantarle nuevamente en su cara una Champions en apenas 2 años? 

Hay varias formas de hacerlo. La primera tiene que ver con la concepción exitista y la línea que  el mismo Cholo Simeone bajó en sus declaraciones en la rueda de prensa post final: el fracaso de haber perdido dos finales. Porque en este mundo del fútbol, al igual que en esta sociedad moderna y esta vida del siglo XXI, muchos creen que ser segundo no sirve para nada, por más que se haya tumbado a dos gigantes,  se haya jugado un torneo impecable, se haya peleado codo a codo con un tercero  monstruo llevando la definición  del título a la última instancia posible, porque “nadie se acuerda de los segundos” como comentaba el DT argentino. Para algunos sólo sirve ganar, el resto, la manera de cómo hacerlo no tiene validez.  Para otros el éxito no está únicamente en lograr los objetivos, si no en trabajar de tal modo, con tal pasión, que si el destino se encapricha y te priva de la gloria puedas sentirte satisfecho de haberlo intentado con toda tu alma, de haberte dejado la vida en intentarlo hasta acalambrarte hasta el cerebro. Lo del Atlético es irreprochable en cuanto al esfuerzo y al entendimiento de los actores que estuvieron sobre el campo de juego sobre lo que representa este sentimiento, así lo entendió la afición rojiblanca, el gesto de Juanfrán Torres, el antihéroe de la noche, pidiendo perdón a una hinchada  que de pie reconocía entre sollozos que el lateral alicantino puso su alma en cada lance de los 120 minutos de juego que se disputaron, son el reflejo del sentir colchonero, rendidos, derrotados, guerrero y afición perdonándose en un gesto que permite seguir creyendo, sin reproches, sin superficialidades, amor  del verdadero, sentimiento del puro que hacen que desde la resaca dolorosa de la derrota, los Atléticos hoy más que nunca entendamos este sentimiento que nos impulsa a nunca dejar de creer.

La segunda interpretación que podemos esbozar parte desde un concepto siempre discutido en el fútbol ( y como no podría ser de otra manera de la vida): la justicia. ¿Fue el Madrid un justo ganador? Sí, y rotundamente sí, a pesar de que el gol de Ramos fue en fuera de lugar (ver el fuera de juego resulta casi imposible para el ojo humano), y que el mismo capitán Merengue debió ver la roja por una patada que reglamento en mano así correspondía,  el equipo archi millonario de Florentino Pérez se consagró gracias a que fue más efectivo desde los doce pasos y eso en la historia del fútbol mundial ha sido y será siempre suficiente para  ganar títulos. El Madrid hizo lo suyo y en un pequeño detalle ganó una lidia que resultó ser tan apretada como se esperaba. ¿Fue el Atlético de Madrid un injusto perdedor? Sí , también categóricamente sí, porque el destino nos la tiene jugada, está enzarzado contra un equipo de 103 años de existencia, porque ya van dos veces en apenas tres años propinándonos unos golpes tan fuertes y tormentosos, que hacen que al estilo del cineasta Almodóvar nos tengamos que preguntar ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer esto? Perder dos finales de la Champions, contra el rival más enconado y en ambas acariciando la orejona… es para cuanto menos cuestionarnos ¿Destino que te hemos hecho para que nos trates tan mal? El destino cruel se ha cebado contra este sentimiento, no nos queda otra que aferrarnos a la necedad  de creer en que algún día lo agarraremos por el cuello y finalmente le torceremos el pescuezo a este caprichoso  que hizo que en el mundo muchos aficionados rojiblancos, niños, hombres y mujeres, derramaran lágrimas de impotencia ante una realidad tan perversa.

Quien piense que el Atleti de esta no se levanta está perdido en el espacio y en el tiempo, lo mismo dijeron hace dos años y mire usted, rápidamente se ha logrado levantar este cuadro que si bien no ganó el título, ganó la simpatía y el cariño de gran parte del mundo, de los que se conjugaron con un cuadro de humanos que con muchos menos recursos supo competir con selecciones mundiales confeccionadas a punta de puro capital, que quede claro, no hay que maquillar la derrota, perdimos la batalla, duele, arde, pero si algo hemos aprendido es que este sentimiento está hecho para nunca y bajo ninguna circunstancia permitirnos dejar de creer, habrá que volver a levantarse, está en nuestro ADN, caernos y ponernos de pie, ser necios, es nuestra forma de ser.

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